viernes, 29 de junio de 2007

Desenlace

Esa mano triste y nervuda que parecía pedirle piedad se extendía hacia él. Por un instante, sintió miedo; durante largos minutos creyó que no lo soportaría. Se estiró para alcanzar un uno de los cigarros de su madre y dio profundas bocanadas mientras abría y cerraba la mano, mirando las pwerlas desaparecer y reaparecer, una y otra vez. Su madre cambió de posisión.
-Sabes que no tolero que estés fumando.
- Sí, ya sé - y se desentendió con un gesto de la mano mientras se volteaba para poder ver mejor las facciones de la ahora anciana - tómate tus pastillas mamá, no la hagas cansada- dijo con un dejo de decidia, también comenzando a sentir el cansancio que se sernía sobre todo su cuerpo.
A Nada le sorprendió la lucidez con la que le hablaba y contestaba su madre, cuando sus ojos hablaban del velo del sueño profundo y su cuerpo pesaba como si ya cargase con los velos de la muerte.
La mujer no se atrevía a decirlo, pero Nada sabía que no podía el soportar vivir así. Y no tan sólo eso, sino que Nada nunca sería capaz de vivir tranquilo si su madre seguía postrada en el pedestal que le había erguido al difunto.
- Mamá, tómatelas, yo también estoy cansado.
Nada puso unas cuantas pastillas en la palma de la mano que le habían extendido. Por un instante, casi le vuelve a arrebatar las pastillas, pero ya no sentía miedo, sino cierta clase de ansiedad. El chico no creyó que su madre estuviera tan 'dormida'; se pasó cuatro sonrientes comprimidos con un solo trago de agua.
Nada estaba paralizado, a la orilla de la cama, mirando a su madre perderse lentamente en un mundo del que él jamás sería partícipe. Se fumó otro cigarro, y mientras se consumía en sus pulmones, separó otras cuatro perlas del resto. Podría ser que su madre lo notara, podría ser que no. De una u otra forma, sentía que ya no tenía nada que perder.
Fumó el cigarro hasta que la colilla le quemó los labios y se dispuso a extenderle las medicinas, una vez más, a la viuda. La a sacudir por un hombro.
-Mamá, es hora de tus pastillas.
- Ah, pero si acabo de soñar que me las dabas - murmuró con lo que parecía ser desmedido esfuerzo por fingir alerta.
Nada no pudo evitar la sonrisa tan triste que se le dibujó en el rostro. Esta vez le dio las medicinas en la boca, con cariño y delicadeza, como si se fuera a romper. Le acercó el vaso de agua, y desaparecieron en la lejana e incomprensible oscuriadad del cuerpo que le había dado vida.
Fumó otro cigarro mientras transcurrian otros diez minutos. A Nada le pareció que contaba con obsesión los segundos recorridos por el reloj. No había notado las lágrimas hasta que alcanzaron la comisura de sus labios. Se dio pena. La luz de la lámpara cada vez filtraba con más trabajo el humo que simulaba las curvas del océano. Clavó la mirada en el San Judas que desde hacía rato lo observava desde la cómoda. Y se percató de que no sólo el Judas lo miraba, sino el Cristo sobre la cabecera, el Arcángel Miguel sobre la puerta y todas esas incómodas figuritas religiosas a las que su madre era tan devota.
Las lágrimas lentamente se convirtieron en silencioso desprecio. Con fuerza cerró los dedos sobre las pastillas que quedaban; ¿doce, quince ... veinte? No se atrevía a contarlas y no tenía mayor intención de hacerlo. Sin embargo, las píldoras eran tan pequeñas, que Nada se sorpendió dudando de sus efectos. Inhaló profundamente mientras volvía a girarse. Una vez más, sacudió a su madre, cuya respiració se había vuelto tan profunda que era casi imperceptible. La sacudió con más fuerza. La única reacción con la que lo sorprendió fue con la mano furtiva que volvía a extenderse; ahora la mano de una eterna agonía.
Rodeó los hombros de la mujer que ya se desvanecía frente a él y con cuidado la haló hacia sí; la rodeo con sus brazon, con cariño, sorprendido de lo menuda y pequeña que en verdad era. Tanta fragilidad transformó la compasión en malestar. Entornó los ojos y, abruptamente, se separó lo suficiente de aquel cuerpo enjuto; lo suficiente para forzar la mándibula con una mano; lo suficiente para alzanzar la boca con la otra y dejar que se perdieran todas esas pildoritas en un bosteso eterno.
La cabeza ya no se le sostenía, así que Nada tuvo que sostener el vaso contra los labios y agudarle a tragar presionando suavemente la laringe.
Lentamente inclinó el cuerpo y volvió a dejar la cabeza descansar contra las almohadas. Sin duda, así sería mejor.
Nada sentía la mirada de San Judas otra vez en la nuca; el Arcángel parecía apunto de dislocarse para castigarlo con la espada que blandía. El Cristo parecía haber vulto la cabeza hacia el otro lado, con vergüenza.
Nada regresó el vaso a su morada junto a la jarra y se volvió a guardar el frasquito vacío en la bolsa del pantalón. Todo a su alrededor parecía estar transformándose.
Nada sintió el peso de todo el sueño que le había prohibido el insomnio y se recostó con cuidado junto a su madre, cuya respiración se hacía cada más apacible. Al hundir la cabeza en la almohada, se olió los dedos una vez más con un dejo de nerviosismo; parecía que el olor que despedían había cambiado; ahora por fin exudaban un dejo del aroma de la madre.
Se acercó al cuerpo que yacía a su lado y dejó que su brazo descansara sobre las caderas que sin miramientos le habían traído al mundo. Nada inhaló una vez más, y por última, la añeja esencia de su madre.
Notó que los párpados le pesaban, y decidió abandonarse por fin al dulce ensueño, por horas, percibiendo inconcientemente cómo, poco a poco y con el paso de los minutos, el cuerpo que yacía junto al suyo perdía el calor. Nada sabía que ahora la pobre mujer sería feliz, lo que le haría feliz a él también .
Sabía que la madrugada estaba preñada de nuevos sueños; sueños sin culpa. Soñó despierto; soñó dormido, pues ahora podía esperar sin premura los albores de un nuevo día que por primera vez le sonreía. Ahora las veladoras de la cocina pedirían por él, pues ya no había un Dios que le oprimiesa el pecho; ya no había santos que lo mirasen por el rabillo del ojo. La penumbra parecía marcharse; y por vez primera, Nada supo lo que era sentir que el sol le calentara el alma.
Finalmente, cayó en las apacibles aguas del sueño profundo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Hay momentos del texto en los que la prisa va contra sus mejores virtudes: además, hay algunos momentos que parecen inverosímiles (aunque no lo sean) porque el estado de los personajes es menos preciso de lo que podría ser: por ejemplo, "La única reacción con la que lo sorprendió fue con la mano furtiva que volvía a extenderse; ahora la mano de una eterna agonía." Primero da la impresión de que la madre se encuentra imposibilitada de todo por el efecto de las pastillas, pero luego resulta que aún puede moverse (además, me cuesta pensar en una muerte así como agónica, porque se diría que hay poco sufrimiento).

Por otra parte, el desenlace me parece muy bueno como complemento del resto y efectivamente cierra bien la historia. Sólo una observación: de pronto, el personaje abandona su actitud ambigua respecto de la madre (incluyendo cierto sentimiento de piedad que no lo exime de ser cruel y hasta de matar) y se pasa a una actitud más convencionalmente nihilista que me convence menos porque es mucho más común: con ella, tu personaje se vuelve menos un individuo que un arquetipo ya muy frecuentado.

En todo caso, creo que tu cuento también podría, con un poco más de pulimento, quedar ya listo para publicación. Bien hecho.

Lil'Drgnfly dijo...

Increible, manejas muy bien la historia, y me encanta como si siente por instantes la culpa consumiendolo y eso le da un toque mas humano al personaje, cuantos años tiene? Al inicio me dió la impresión que era un niño pero claramente no lo es. Bueno, me encantó el final, aunque me hubiera gustado algo mas de fuerza.
Felicidades!

thRouGh & ThRoUgH dijo...

Me encantó tu texto. La forma en que Nada enfrenta y reúne sus emociones me parece muy buena, que piense que así su madre y él estarán mejor. Una muy buena forma de indicarnos cómo es más a fondo el personaje. Solo me queda una duda:¿No va a sentir algo así como remordimiento o pesadez por matar a su madre? A mi me parece que si, ya que en dos ocasiones menciona que fue ella la que le dio la vida.
Me gustó muchísimo, realmente no esperaba que pasara algo así y me parece que fue lo mejor.
Felicidades!